sábado, 21 de julio de 2012

ANA Y LOS LOBOS


Carlos Saura, uno de nuestros reputados cineastas más internacionales, evoca su complejo mundo interior a través de su excelsa filmografía, una serie de radiografías personales-sociales que dan el pistoletazo de salida a partir de su tercer largometraje de ficción La Caza, en la que se valió de los simbolismos para contarnos un mensaje escondido entre las imágenes haciendo así una feroz critica social evitando el peso de la censura, a partir de él sus siguientes largometrajes parecen ser la continuación del anterior, haciendo así, como él ha comentado en varias ocasiones un cine que refleja el mundo que le envuelve y de alguna manera sus propias vivencias. Saura, aragonés nacido en el seno de una familia burguesa y habiendo vivido en plena Guerra Civil española, tiene mucho que contarnos en su cine, y para un ejemplo más, uno de los relatos más duros de su filmografía: Ana y los lobos.

En esta película nos topamos con la historia de Ana, una joven institutriz que es contratada por una familia con la intención de que se haga cargo de las niñas de la casa. La familia está compuesta por una madre dominante, y tres hermanos: José, un hombre autoritario que colecciona uniformes militares, Fernando, rodeado de un aura misticista y que busca el eterno contacto con Dios y Juan, casado con una mujer a la que le es infiel y con la que ha tenido tres hijas. Poco a poco los tres hermanos sentirán una enfermiza atracción sexual hacia la joven Ana.

La historia, se cuenta de un modo atrayente gracias a su intriga que atrapa fácilmente incluso al espectador menos experimentado de su cine, con el problema que al final del relato solo el más experimentado y conocedor de su obra identificará el verdadero interés de lo que Saura nos ha querido contar, necesitando un fuerte análisis ubicándonos en su contexto histórico y sabiendo identificar los puntos alegóricos que el autor ha presentado en la cinta...

Ahondando en ese análisis nos topamos ante una feroz y demoledora critica a la España franquista de su época. Ya desde la ubicación del caserón, solitario, apartado de todo, en un entorno hostil y arrasado que puede compararse con el país y dónde se respira el mismo ambiente de hostilidad. En la casa nos encontramos con la madre, una figura vieja y senil, pero atenta a todo, que pasea por su territorio siempre subida a su trono y transportada por sus criadas, una mujer que se aferra al pasado, que lucha por sobrevivir y aconseja a sus hijos para que resten unidos, haciendo frente a los tiempos venideros, su figura nos recuerda al mismo que por esos tiempos dictaba sus leyes en España, pero acercandose a su decadente realidad, recordando aquellos tiempos en que como el propio personaje de la mujer explica, los campos estaban llenos de fresones como puños, el encargado de guardar esos campos es José, hijo frío, autoritario y sin personalidad, reflejo de uno de los tres grandes estamentos: el militar, velador de una paz que ni tan siquiera podemos encontrar, obsesionado con los uniformes y las armas que no dudará en utilizar incluso para acabar con la vida de un pájaro que vuela en libertad (otro interesante símbolo), Francisco, reflejo del estamento religioso, el favorito de mamá, su conexión espiritual le lleva a una lucha interna intentando separarse del seno familiar, siempre mirando por el propio interés aunque finalmente se una a la propia lucha sintiéndose perturbado por el nuevo aire fresco que ha llegado al territorio. Juan, símbolo de la burguesía, y del estamento familiar tradicional, malcría a sus hijas y engaña a su inadvertida esposa la cual en un momento dado revela su invisibilidad en el seno familiar en un potente giro narrativo, la represión hace de Juan un hombre perturbado sexualmente que esconde una mascara oscura de las perversiones más intimas. Las hijas, representación de un país preocupado por su futuro, juegan con la inocencia con el miedo siempre presente, revelando siempre aquello que está por ocurrir, en especial a Ana, que representa las nuevas ideas, que se atreven a jugar con aires de superioridad con aquello existente, sin saber que poco a poco lo único que va a conseguir es meterse en la boca de los lobos que controlan la sociedad que les envuelve, llegando a un trágico final.

Es evidente que para lograr entender todo ese contenido necesitamos hacer un esfuerzo que en otros casos podemos ver con más claridad, haciendo del film de Saura un trabajo complicado a pesar de su enorme gran interés, necesitando una segunda revisión que nos ayuda a sumergirnos en el territorio que quiere realmente explorar, eso hace que la película decaiga para el público en general, siendo con lo cual una de las obras que menos se van a tener en cuenta del autor.

Si bien, el reparto de lujo nos regala unas actuaciones excelentes que cautivan a cualquiera, Saura también es conocido por su estupenda mano en la dirección de actores, así podemos ver una suprema Rafaela Aparicio en su máximo esplendor, un Fernando Fernán-Gómez único, un terrorífico Juan María Prada o a la musa del autor, Geralidine Chaplin que hace un trabajo como siempre estupendo. Más tarde, Saura continuaría la historia con Mamá cumple 100 años, en la que nos reencontramos con los personajes de Ana y los lobos, y en la que las actuaciones superan lo insuperable de su predecesora, y en la que destacan aquellos actores que en esta ocasión se presentaban más en segundo plano, pero de ello hablaremos en su debido momento cuando toque analizar el filme en cuestión.

De este modo nos encontramos con Ana y los lobos con una película muy interesante, que a pesar de su farragoso visionado, ofrece un contenido único y de gran importancia para entender nuestro cine. Una cinta de visionado obligado de la que tenemos mucho que aprender.

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TÍTULO ORIGINAL Ana y los lobos
AÑO 1972
DURACIÓN 102 min.
PAÍS España
IDIOMA Español, inglés
DIRECTOR Carlos Saura
GUIÓN Carlos Saura & Rafael Azcona
MÚSICA Luis de Pablo
FOTOGRAFÍA Luis Cuadrado
REPARTO Geraldine Chaplin, Fernando Fernán-Gómez, Juan María Prada, Juan Vivó, Rafaela Aparicio, Marisa Porcel, Anny Quintas, Charo Soriano
PRODUCTORA Elías Querejeta P.C.
GÉNERO Drama
TEMÁTICA Familia. Años 70

SINOPSIS
José, autoritario, coleccionista de trajes militares, pobre de espíritu. Fernando, perseguidor incansable de la unión mística con Dios. Juan, escritor de cartas enloquecidamente eróticas. La madre hidrópica, nostálgica de antiguos esplendores. Las niñas que, entre juegos, encuentran muñecas enterradas y torturadas. Y en medio de esta atmósfera tan extraña e inquietante está Ana, la institutriz inglesa de 25 años.

PREMIOS
1973: Festival de Cannes: Nominada a la Palma de Oro (mejor película)
1974: Circulo de escritores: Mejor actor (Fernando Fernán-Gómez) y mejor actriz secundaria (Rafaela Aparicio)

PUNTUACIONES
- Descubrepelis: 6,4
- Filmaffinity: 6,9
- IMDB: 7,1
* Media: 6,8

FRAGMENTO

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2 comentarios:

  1. No he visto nada de Carlos Saura, ¿puedes creerlo? Ya lo tengo en mi lista de directores de los que tengo que ver algo YA, pero es que son tantos :/

    Saludos.

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  2. pues dale preferencia a este!
    Saura es un CRACK de la filmografía española. Uno de mis dos favoritos, curiosamente los dos aragoneses (Saura y Buñuel) como mi abuela! :D

    De Ana y los lobos, poco que decir, la vi hace mucho y no es de mis favoritas.

    Sin embargo, el acertado análisis que nos ofrece hoy el autor del blog, me viene de perlas para hacer un breve apogeo del cine patrio -y digo patrio porque voy a hablar de un cine español producido (a nivel creativo) a espaldas de la capital oficial y cinematográfica de este país nuestro, Madrid-. Directores como Saura y Berlanga representan un tipo de cine y un tipo de ideas ajenas al ambiente ministerial de la urbe franquista, retratan el ambiente de las provincias del norte español, una burguesía decadente retratada de manera magistral en el documental vasco "El Desencanto" (Jaime Chávarri, 1976), El jardín de las delicias (Carlos Saura, 1970) o la trilogía de los Leguineche de Berlanga: "La escopeta nacional" (1978), "Patrimonio nacional" (1981) y "Nacional III" (1982). Todas ellas hijas de una mismo cambio de régimen que se adelanto paulatinamente en la periferia peninsular y rural, agotada ya de siglos de caciquismo y feudalidad. Así pues, el simbolismo y las intenciones del film que nos ocupa es una constante, no sólo del el cine de Saura de los 70 y 80, sino de una gran parte de la filmografía de esta parte del país cuyo prestigio por fortuna y con los años ha ido en aumento exponencial. Se trata de un cine indispensable para entender la historia del sur europeo, la historia real y cotidiana de las gentes que llevaron a cabo un cambio de mentalidad, las que sucumbieron con él y las que lo aprovecharon.

    Aunque todo ello, visto hoy, nos pueda parecer surrealista, la realidad de un país anclado en el siglo XVIII hasta bien entrados los años 60 fue la principal consecuencia de la hegemonía en el poder de la misma clase que tantas veces retrató Goya (otro aragonés) 3 siglos antes.

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